LA EDUCACIÓN EN LA ERA DIGITAL: TRANSFORMACIÓN SOCIAL Y ESPACIOS SEGUROS.

LA EDUCACIÓN EN LA ERA DIGITAL: TRANSFORMACIÓN SOCIAL Y ESPACIOS SEGUROS.

El rol de las escuelas como la base sobre la que se construye una sociedad es innegable. A las instituciones educativas se les ha conferido una misión que es por demás noble y que, a su vez, implica una enorme responsabilidad. Los educadores tienen el poder de moldear una generación y, con ello, construir nuevas ideologías, generar nuevas dinámicas sociales y enfrentar nuevos desafíos.

Los centros educativos, como agentes de cambio, deben ser promotores del diálogo, del debate y del pensamiento crítico. La educación jamás cumplirá con su cometido de transformación social si no se crean ecosistemas que promuevan que los estudiantes desplieguen su capacidad de análisis, generen propuestas disruptivas y se desarrollen en pro del beneficio social.

La construcción de estos ecosistemas -particularmente, ante el auge de las tecnologías de la información- se enfrenta a retos que dificultan su instrumentación. Principalmente, debido a la sensibilidad del trato con menores de edad y las enormes responsabilidades derivadas de que los padres pongan en manos de profesores, directivos y personal administrativo la integridad, desarrollo y educación de sus hijos. Los desafíos, entonces, se ven materializados en el uso cotidiano de herramientas tecnológicas, la desafortunada proliferación del acoso escolar o bullying, así como en los riesgos de las relaciones profesor-alumno.

En un primer término, es vital mencionar que las herramientas tecnológicas son, sin lugar a dudas, elementos sustanciales para la formación de las niñas, niños y jóvenes. El uso de tecnologías de la información, software especializado y plataformas de aprendizaje virtual permite que los alumnos desarrollen nuevas habilidades para competir ante un mercado laboral cada vez más exigente. Sin embargo, la incidencia de la tecnología no se limita a su uso como medio de aprendizaje. Los alumnos de secundaria y preparatoria, por lo general, llevan consigo teléfonos inteligentes que se han convertido en elementos fundamentales de su día a día.

El uso de teléfonos genera nuevos cuestionamientos que deben plantearse los educadores. ¿Es correcto retirarle el celular a un alumno por usarlo dentro del salón de clases? ¿Cómo debe resguardarse un teléfono que ha sido confiscado?¿Qué medidas habrán de implementarse para evitar que sean utilizados como herramientas de bullying, extorsión o, incluso, acoso sexual?

Para atender estos planteamientos y evitar el génesis de conflictos con los padres de familia y estudiantes, es indispensable que las escuelas cuenten con reglamentos, lineamientos y políticas sobre el uso de teléfonos celulares. En ellas, deberán informar tanto a los padres como a los propios estudiantes cuáles serán los usos aceptables de estas herramientas, así como las medidas disciplinarias por su contravención. Al respecto, merece destacar la importancia de que el establecimiento de medidas no sea una decisión unilateral. Es también responsabilidad de los padres exigir su implementación e incidir en su contenido.

Por supuesto, esta clase de programas y códigos debe extenderse al uso de las tecnologías de la información. El internet abre un inconmensurable abanico de posibilidades de aprendizaje y permite desarrollar habilidades fundamentales en la era digital, pero aumenta también los riesgos a los que se exponen los alumnos. Ante esto, es indispensable que los directivos escolares y padres de familia sometan a discusión temas como el acceso a redes inalámbricas dentro de las instalaciones, el uso de redes sociales y la implementación de herramientas de colaboración en línea.

Por otra parte, en los últimos años los ecosistemas escolares han sido, desafortunadamente, cuna de casos de bullying. Si bien es cierto que estas conductas pudieren generarse por situaciones del entorno familiar, las escuelas tienen el deber de garantizar a las niñas, niños y adolescentes el ejercicio efectivo de su derecho a la educación en un ambiente libre de violencia. Sobre todo, ante la negativa potenciación de los efectos del bullying al utilizar herramientas digitales.

En la sentencia del amparo directo radicado bajo el expediente 35/2014, la Suprema Corte de Justicia de la Nación resolvió que los centros educativos tienen el deber de proteger la integridad de sus estudiantes y establecer las condiciones idóneas para la educación libre de violencia. Este deber se materializa en la obligación de identificar, prevenir, tratar, reaccionar y sancionar conductas que pudieren poner en riesgo el interés superior del menor, así como sus derechos a la dignidad, educación, integridad y no discriminación. De no ser así, la escuela pudiere ser responsable por los daños causados a la víctima de bullying.

¿Qué programas deben implementar las instituciones de educación? ¿Qué medidas deben exigir los padres de familia o tutores? En el tenor anterior, las escuelas públicas y privadas deberán contar con una política de espacios seguros que disponga reglas y códigos de conducta para proteger a los estudiantes del acoso por compañeros o por el personal. Se remarca la importancia de que sean las familias quienes exijan estos programas, sobre todo, con el fin de generar conciencia en el sector y establecer líneas de acción que eviten la mayor proliferación de conductas que atentan en contra de los menores y que, también, afectan al cumplimiento de la noble misión transformadora de los educadores.

Finalmente, no se debe omitir abordar la importancia de velar por las sanas relaciones entre el personal docente y administrativo con las niñas, niños y adolescentes. Es importante mencionar que, si estas relaciones no son debidamente reglamentadas, se pudieren generar situaciones de riesgo bilaterales. En un primer término, ante la inestabilidad emocional que caracteriza a los adolescentes, la figura del profesor pudiere incidir en su desarrollo personal. Si bien el ideal es que esta influencia sea positiva, pudieren presentarse casos en los que sea lo contrario. De ahí el carácter fundamental de que se concientice al profesorado de la sensibilidad de su rol con sus estudiantes, no solamente para formarlos académicamente, sino integralmente.

Por otro lado, las relaciones profesor-estudiante pudieren extenderse fuera del salón de clases. Lo que merece especial atención por parte de los directivos escolares y de las familias. Ante ello, es de suma importancia que se discuta conjuntamente la permisividad de esta clase de relaciones y, evidentemente, sus límites. Adicionalmente, habrá de hacerse hincapié en reglas específicas o -incluso- prohibiciones para la interacción vía redes sociales entre profesores y alumnos.

La importancia de abordar estos tópicos e implementar estas medidas, reside en la responsabilidad de las escuelas de conjugar el cumplimiento de su misión transformadora con el deber de garantizar los derechos y protección de los menores, sobre todo, ante los retos que implica la era digital. Lo que, consecuentemente, permitirá construir ecosistemas que, aprovechando las tecnologías de la información, promuevan el debate de las ideas, el desarrollo científico y el beneficio social.

Autores:

Luis Mario Lemus

Socio

Mauricio Sánchez

Abogado

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